Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.
La vida da muchas vueltas. Las decisiones que tomamos a diario cambian nuestro camino y futuro de forma rápida, dejándonos sin posibilidad de conocer los otros caminos que hubiéramos podido recorrer si tan solo hubiéramos elegido diferente.
Por eso, a veces volteamos al pasado con nostalgia. Indecisos al no saber qué hubiera pasado si tan solo hubiéramos dicho esa vez que si o que no, en su caso. Qué hubiera sido si nuestra reacción hubiera sido diferente o si hubiéramos manejado la situación de otra forma.
Muchas veces, volteó a ese viaje que hice a Asia a finales del 2018. Una experiencia inigualable e irrepetible que cambió totalmente mi forma de pensar, de actuar y de ver el mundo. Para mí, haber tomado la decisión de viajar solo, fue de lo mejor que me ha pasado en esta vida.
Sin embargo, hay una decisión que sigue rondando por mi cabeza en esas noches de nostalgia y soledad.
Cuando llegué a Vietnam, que era el país en donde más tiempo me iba a quedar, conocí a un grupo de personas que estarían conmigo en todos los recorridos que haríamos dentro del país y, por lo tanto, pasaríamos muchos días juntos.
En ese grupo, conocí a cuatro mujeres que hicieron de mi viaje algo inolvidable. Una de ellas, S, era una señora de al rededor de cuarenta años que estaba de viaje con su pareja, de unos años más grande, y que los tres tuvimos una relación increíble. En algunos lugares me quedé sin nada que hacer y ellos me acogieron como un hijo y me hablaron de todas las razones por las que amaban México, y por las cuales les encantaría vivir aquí.
Otra de ellas, fue J, una mujer norteamericana de veinticuatro años que, desde que nos conocimos, sentimos una grande atracción física entre nosotros y estuvimos juntos la mayoría de los días.
Y por ultimo, mis dos amigas de Sudáfrica, que sinceramente, tenían dos nombres bastante complicados y desde que borré Facebook, me arrepiento de no haber anotado sus nombres.
Pero una de ellas, que recuerdo que su nombre empezaba con R, me transmitía una calma y paz interior inigualables. Cuando hablaba con ella era como si el tiempo se parara, su tono de voz era pausado y cálido, como un abrazo de un ser querido con el cual te sientes totalmente protegido.
Durante el viaje pude ver muchas facetas de ella. Una vez, cuando nos encontramos a una señora de edad avanzada que tenía dificultad para caminar, se adelantó un poco para que no la viéramos, ya que se puso a llorar porque le había recordado a su abuela.
Después, nos contó con gran emoción, que la señora que le había dado un masaje, le había hecho comentarios positivos acerca del tatuaje que tenía en la espalda de una libélula así como de su cuerpo, y que le dio tanto sentimiento esos comentarios, que se abrazaron y empezaron a llorar juntas.
En ese momento, cuando me contaba las historias, la verdad es que tenía sentimientos por ella, pero estaba nublado por la pasión que sentía por J. Me dejé llevar y no traté de conocerla más ni de acercarme a ella para que me abriera su corazón.
Constantemente ella me decía que le encantaba cómo se escuchaba el idioma español y cada vez que yo le hablaba, podía ver en sus ojos como se encendía algo. La forma en que me miraba, me invitaba a abrazarla y besarla, pero nunca le seguí sus pasos de baile.
J y yo nos peleamos los últimos días del viaje. Se supone que pasaríamos la noche juntos pero decidimos irnos por caminos separados. Ese mismo día, todo el grupo cenamos juntos en una terraza que solamente vendía bebidas alcohólicas. Mis amigas de Sudáfrica y yo, fuimos por unas pizzas y las llevamos a la terraza. Esa noche, como todas, se encontraban S, J y R junto con los demás del grupo.
J y yo no nos hablamos en toda la cena y cuando salimos de la terraza, todo el grupo caminamos juntos, ya que nos estábamos hospedando en el mismo hotel.
J se adelantó y R se quedó un poco atrás. Supongo que quería aprovechar los últimos momentos juntos y conversar conmigo.
Mientras caminábamos, me pidió que le grabara una nota de voz diciéndole que la esperaba en México cuando decidiera venir y que siempre tendría un amigo ahí. Le grabé la nota de voz y recuerdo que su sonrisa era de oreja a oreja.
Yo me percaté de cómo su amiga le hacia señales discretas para que se acercara a mí, señales que en ese momento no supe interpretar y que, hasta después que las estuve analizando en mi mente, las entendí.
Al momento de llegar al hotel, nos encontrábamos en el vestíbulo y parecía que ella quisiera decirme algo pero no me dijo nada, nos despedimos y nunca nos volvimos a ver.
Unos días antes, me había dicho que no tenía redes sociales y solamente se contactaba con sus amistades por correo electrónico, pero nunca se lo pedí.
Meses después de haber regresado del viaje, me llegaban a la cabeza flashbacks de su sonrisa, de su voz y de su energía, hasta que una noche, me arrepentí de todo lo que no hice cuando la tenía a mi lado.
Incluso ahora que han pasado casi dos años, hay noches que veo su rostro y me preguntó lo que hubiera sido si me hubiera permitido conocerla a fondo. A lo mejor estaría en Sudáfrica, a lo mejor tendría una foto en mi celular de ella mandándome un beso, a lo mejor hubieramos forjado una relacion.
Es difícil porque las conexiones reales que tienes a lo largo de tu vida en el aspecto amoroso, son muy pocas. La mayoría de ellas involucran temas físicos y en muy contadas ocasiones, sientes una atracción genuina hacia una persona.
A veces me hubiera gustado decirle: Quiero irme contigo a Sudáfrica, algo de ti me hace pensar que mi corazón siempre estará a salvo y que formaremos algo verdadero y genuino. No sé que haré allá, lo único que sé, es que quiero estar contigo.
Lo que hubiera sido…
-Adrián de la Vega.