Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.
Hay noches en los fines de semana o, más comúnmente, entre semana, que estoy quedándome dormido en mi cama o en el sofá y me despierto de golpe.
En lugar de acomodarme para dormirme de una vez, me da hambre, pero no es un hombre voraz, no.
Es un hambre y un antojo de algo dulce y como en mi casa normalmente no hay dulces, lo más azucarado que encuentro siempre es el cereal.
Y ahí estoy yo, a las 11 de la noche, comiendo un plato de cereal y después dos y después tres, sentado, masticando y viendo a la nada.
Es un momento en el cual, aún adormilado y con los ojos a medio cerrar, me dejo ir.
Me dejo ir porque olvido mi dieta y el autocontrol que normalmente tengo.
Lo olvido y me alimento como si fuera un niño pequeño que se ha quedado solo en casa y sin padres.
Supongo que es una forma de mi mente para decirme: “necesitamos un descanso de tanta dieta, auto control, metas, trabajo, objetivos, esfuerzo físico y mental. Hoy necesitamos cenar como un niño pequeño, olvidarnos de todo y dormir”
Antes me recriminaba al otro día por haber comido 3 platos de cereales azucarados y poco nutritivos, ahora he aceptado que a veces el cuerpo y la mente necesitan momentos de libertad y los permito sin juzgarme.
Cereal a las 11 pm…
-Adrián de la Vega.