Noche solitaria

Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.

Tomo el último sorbo de mi cuarto café de la noche. Sé que no voy a dormir, pero a estas alturas, ya no me importa nada.

Se supone que debería haber terminado y enviado este artículo desde hace dos días, pero tengo uno de esos llamados «bloqueos de escritor».

Los míos son temporales, solamente duran algunos días u horas.

Y esta vez es uno de ellos.

Henry no me ha buscado por el celular pidiéndome el artículo, aunque en el fondo, también sé que se está muriendo por hacerlo.

Es el editor en jefe y no le gustan los retrasos; sin embargo, conmigo siempre ha sido condescendiente porque conoce mi talento.

Pero este artículo es de un tema que considero demasiado aburrido. Creo que no podría tener menos interés por la jardinería.

Ha obscurecido y la noche empieza a tomar forma. El café al que siempre asisto, se encuentra a unas cuadras de mi departamento y está justo al lado de algunos lugares nocturnos que de jueves a sábado, están repletos de hombres y mujeres en busca de diversión.

La música de esos lugares empieza a escucharse en el café y alzo la mirada para ver qué está pasando.

Mujeres en vestidos cortos, hombres bebiendo en la calle y parejas tomadas de la mano pasan por fuera del local de café, en busca de pasar una buena noche.

Bajo la mirada, tratando de concentrarme de nuevo en el artículo, pero parece que la pluma no quiere plasmar letras en mi libreta. Sigo jugando con ella, sin poder obligarla a escribir.

Me quedo pensando un rato y decido que es momento de abandonar momentáneamente esta tarea.

Tomo las hojas con la información acerca de la jardinería, las doblo con violencia, las meto en la libreta y la coloco dentro de mi saco.

He decidido ir al bar que se encuentra unos locales adelante, buscando una copa para relajarme.

Abro la puerta del bar, la música house está a un volumen bajo, pero placentero. Me siento en la barra, en mi lugar de siempre y Maddy se acerca.

-¿Cómo estás Jack? ¿Lo mismo de siempre?

-Lo mismo de siempre Maddy, ¿qué tal la noche?

-Hoy hay más gente de lo normal, pero es bueno para mí, más propinas. Lo único malo, será que saldré más tarde de trabajar. -Me dice mientras me sirve un Whiskey en las rocas.

Me acerca el trago, le doy el primer sorbo y siento el calor en mi garganta.

-Que te sea leve Maddy y muchas gracias por el trago.

-De que Jack, un placer atenderte como siempre. Te dejo a tus pensamientos y a tu escritura.

Sonrío y la veo directamente a los ojos.

-¿Por qué te ríes? ¿que dije? -Me pregunta.

-Nada, solamente que hoy decidí no escribir más y solamente relajarme.

-Me parece perfecto, entonces puedes entretenerte viendo la ventana o aprender cómo preparar cocteles viéndome.

-Escojo la segunda opción. -Le digo con una sonrisa mientras ella asiente y se acerca a atender a otro cliente que acaba de llegar.

Tomo otro sorbo del Whiskey y dejo que me caliente poco a poco el cuerpo.

La soledad me empieza a atacar un poco. En el fondo, sé que es porque tengo que terminar ese artículo y tengo que trabajar en otros pendientes que tengo, pero el sentimiento empieza a crecer dentro de mí.

Hace meses que dejé de frecuentar a las mujeres que veía con regularidad y decidí recluirme en mi soledad. Hasta el momento, todo iba de maravilla, pero hoy me siento solitario y con ganas de ver a alguna de ellas.

Saco el celular de mi saco y lo dejo en la barra. Le doy vueltas con un dedo mientras medito si sería buena idea buscar a alguna, solamente por esta noche.

Sandy y Danielle se me vienen a la mente, probablemente estén disponibles para tomar algo. Son chicas que les gusta salir a divertirse y los sábados es cuando lo hacen.

Hago una mueca, contrariado por mi debate interno, pero me termino el Whiskey y le mando un mensaje de texto a Sandy.

-Hey, ¿saldrás hoy?

Unos segundos después me responde.

-No, me duele garganta y me quedaré en casa. Por fin sé algo de ti.

Veo el mensaje y dejo el celular en la barra. Le pido a Maddy el segundo whiskey.

Una puerta cerrada debería indicarme que es momento de dejar de intentarlo, pero el sentimiento me sigue atacando por dentro, así es que le mando mensaje a Danielle.

-¿Que estás haciendo?

Los minutos pasan y no hay respuestas. Probablemente ya esté dormida.

Decido tomarme mi whiskey con calma y en cuanto se termine, irme a dormir. La música de los lugares nocturnos se empieza a escuchar cada vez más fuerte y me llegan los ánimos de entrar a uno de ellos, pero la decisión está tomada, iré a dormir después de este segundo trago.

A punto de terminármelo, llega un mensaje al celular. Es Danielle.

-Hola guapo. Sí, estoy en Paradise. ¿Vienes?

Paradise es el nombre del club nocturno que está a unos locales de aquí. El favorito de Danielle.

Me quedo con la mirada perdida en las botellas del estante del bar, pensando en mi siguiente acción.

-La veré solo esta noche y después, seguiré trabajando en mis proyectos en solitario. -Me digo a mi mismo mientras tomo el celular para responder.

-Te veo ahí en cinco. -Le escribo.

Ella me responde con un beso.

Me froto los ojos con mi mano derecha, preguntándome si lo que estoy haciendo es correcto o si me estoy dejando llevar por mis emociones, como un vil animal.

-Maddy, regálame el último.

Callo a mi mente y pensamientos tomando el último Whiskey de un solo trago, dejo el dinero de la cuenta en la barra y le agradezco a Maddy.

Salgo a la calle y la veo repleta de personas. Todos en su mundo, cada uno de ellos buscando algo diferente.

Detrás de un árbol está una pareja besándose apasionadamente. Un hombre vomitando en uno de los callejones y un grupo de mujeres cantando y gritando.

Recorro unos metros hasta que veo el letrero neón.

«Paradise»

Saludo al guardia de la puerta y él solamente asiente.

Bajo las escaleras del local con un poco de dificultad. Los Whiskeys están cumpliendo con su tarea.

Lo único que ilumina las escaleras son más focos de color neón, pero tengo que cerrar un ojo para poder ver bien dónde estoy pisando.

Escucho la música electrónica retumbando en las paredes y mi corazón empieza a acelerarse.

Cuando bajo el último escalón y entro al área principal, me quedo con la mirada fija.

Las luces neón de color azul, rosa y morado crean un efecto impresionante en el lugar y el ritmo de la música parece perfecto.

Y ahí esta Danielle al fondo, cerca de la barra, bailando con sus amigas.

Trae un vestido corto de color dorado que hace resaltar su figura. La luz le está pegando directamente en el rostro, que parece angelical desde este punto de vista. Ella está sonriendo mientras baila, lo que hace la escena hipnotizante, y en su mano, sostiene elegantemente un trago.

Me quedo perplejo por varios segundos viéndola bailar. No la recordaba tan hermosa, aunque solamente han pasado algunos meses.

Ella alza la vista y cuando me ve, su sonrisa se hace más grande y se empieza a acercar lentamente hacia mí.

-Hola guapo, pensé que no vendrías. -Me dice al oído.

Sus palabras me hacen sentir un escalofrío en todo el cuerpo. Su aroma es particularmente agradable, una fragancia medianamente dulce con toques frutales. Me dan unas ganas tremendas de besarla, pero me contengo.

-Quería verte. -Le digo al oído.

Ella me sonríe y se sonroja.

-¿Qué has hecho? Llevas meses desaparecido.

-Estuve muy ocupado en el trabajo, muchos artículos. -Le digo.

Sé que es una excusa, pero espero haberla dicho de forma creíble.

Ella hace una mueca, como creyéndome a medias.

-Estás a punto de terminarte ese trago, vamos por otro.

-¡Si! -Me dice enérgicamente.

Danielle me presenta a sus amigas, todas tienen una pinta parecida a ella. A ellas parece no importarle mucho mi presencia, están intercambiando miradas con un grupo de hombres que están a unos metros.

Todos en este club nocturno están cazando algo y no quieren irse a casa sin la victoria. Puede ser atención, cariño, diversión, etc.

Danielle y yo pedimos unos tragos de un alcohol que me parece demasiado dulce para mi gusto, pero ella fue la que los escogió, así es que trataré de no hacer gestos al tomármelo.

-Te he extrañado Jack. -Me dice después de tomar un trago.

-Yo también. Siento haberme perdido por tanto tiempo.

-No pasa nada, ahora estoy feliz de que nos hayamos visto de nuevo. -Me dice con una sonrisa.

Le devuelvo la sonrisa y toco su hombro.

-¿Quieres bailar? -Me pregunta.

-¿Por qué no? Haré mi mejor esfuerzo.

Ella sonríe, me toma de la mano y me lleva a la pista de baile.

Al momento de empezar a bailar, el ritmo de la música cambia y parece que hemos entrado en un transe.

Veo a Danielle en cámara lenta, bailando ante las luces que vienen y van. Es hermosa y por unos momentos, me empiezo a sentir mejor.

Mientras seguimos bailando, ella se va acercando poco a poco a mí hasta que quedamos cara a cara.

Elle me sonríe y yo no lo pienso dos veces. Me acerco y nos empezamos a besar bajo las luces y el sonido de la música electrónica.

Se convierte en uno de los besos más apasionados y largos que he tenido en toda mi vida y cuando termina, nos quedamos viendo fijamente, sonriendo.

Después de eso, nos vamos a una de las mesas que se encuentran dentro del lugar y nos quedamos platicando un buen rato.

En un momento de silencio entre nosotros, bajo la mirada para ver el reloj. Ya es muy tarde, casi las cuatro de la madrugada.

Ella se da cuenta de esto y me dice: -¿Quieres ir a tomar una copa a mi apartamento?

Su apartamento está muy cerca de aquí y solamente a unas cuadras del mío, por lo que me parece buena idea. Aún así, no sé por qué lo medito tanto, hasta que le respondo.

-Me parece buena idea. Vamos.

-Me despediré de mis amigas, te veo afuera.

Asiento, tomo mi saco y me dirijo a las escaleras.

Salgo del lugar, me despido del guardia y enciendo un cigarrillo mientras espero a Danielle.

A la mitad del cigarrillo, ella sale y se acerca a mí. Me toma de la mano y me guía a su apartamento.

En el camino conversamos de algunas cosas triviales, cómo su trabajo, el mío y el clima.

-Es aquí, déjame buscar las llaves.

Mientras busca en su bolso, miro hacia arriba y veo varias luces encendidas. Probablemente viva gente joven en estos departamentos, ya es bastante tarde como para seguir despiertos.

-Listo, aquí están.

Ella abre la puerta y subimos las escaleras, aún tomados de la mano.

En el tercer piso, ella señala la puerta de su apartamento, lo abre y me invita a pasar.

El olor es muy agradable, probablemente encienda constantemente velas. Las luces dan un sentimiento de familiaridad y el ambiente de su apartamento es muy acogedor.

Me invita a sentarnos en el sillón y platicamos por otro rato. Ahora, con más luz, se ve mucho más hermosa. Sus facciones son finas y su actitud ligera.

-¿Quieres otro trago? Puedo preparar unos de una receta que leí el otro día y que me pareció muy buena.

Me quedó pensando por unos momentos, un ligero mareo me ataca y le sigue un dolor de cabeza que aparece como un shock a mi cerebro.

-Me parece buena idea. Mientras tanto, ¿puedo pasar a tu baño?

-¡Claro! Es esa puerta que se encuentra al fondo. Mientras te prepararé el mejor trago de tu vida.

-Gracias. -Le digo de forma seca mientras me levanto y me dirijo al baño.

Abro la puerta con dificultad, aún mareado. Abro la llave del agua y mojo mi rostro.

Me miro al espejo y por unos momentos, empiezo a no saber quién soy.

Me doy cuenta que esto que estoy haciendo no es bueno para mí. No me hace bien en el interior, no me quitará esta soledad ni me hará sentir feliz. Al contrario, en otras ocasiones, después de frecuentar a alguna de ellas, me he sentido aún más solo. Reflexiono unos minutos en el espejo y suspiro.

Saco mi libreta, arranco una hoja y escribo: «Lo siento, tengo que irme».

Salgo del baño de forma callada, ella está aún en la cocina preparando los tragos. Dejo el papel en la mesa del recibidor y salgo del apartamento.

Bajo las escaleras hasta llegar a la puerta que da a la calle.

Cruzo la puerta, enciendo un cigarrillo y volteo a ver la ventana de apartamento de Danielle.

Ahí está ella, preparando aún los tragos con una sonrisa. No se ha dado cuenta que me he ido.

Sonrío y me despido de ella con la mano, sabiendo que no me ha visto ni me verá.

Y sigo mi camino hacia mi apartamento.

Noche solitaria…

-Adrián de la Vega.

P.D. Aquí te dejo una canción que me ayudó a inspirarme para escribir esta historia y una de mis favoritas de este género:

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