Samurái

Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.

«Japón, 1850».

Termino de leer la carta y respiro hondo, una lagrima quiere derramarse, pero no lo voy a permitir.

Cada noche cuando leo esa carta, recuerdo mi propósito, el por qué estoy aquí y todo a lo que me he enfrentado.

Pasaré la noche en esta casa abandonada, que cruje con el viento mientras los truenos empiezan a asomarse.

Mañana llegaré al templo destruido de kazayijura, lugar que logré descifrar en la carta con los conocimientos del escriba llamado Kanazawa.

La última pista antes de encontrar a la persona que mató a mi padre.

La leyenda dice que fue un gran guerrero, alguien con el espíritu roto y lleno de maldad.

La carta que leo todos los días fue escrita por él mientras era vigilado por un grupo de mercenarios que lo capturaron y llevaron hasta su asesino. La escribió bajo su supervisión y logró dejar en un código el nombre del templo. Estoy seguro que ahí encontraré al responsable.

Todo comenzó hace unos años, cuando yo aún era un niño. Mi padre fue el jefe de una aldea tranquila al norte de Japón, pero cuando el gobierno decidió empezar a quitarle algunas tierras a los habitantes de su aldea, alzó la voz. Una guerra se desató y nuestra aldea se independizó. Por muchos años gozamos de esa independencia, sin ser molestados, pero alguien guardó un gran rencor y estuvo cazando a mi padre, hasta que corrompieron a todos sus súbditos y una noche fue golpeado y llevado a la fuerza hasta la persona que le propinó su muerte.

Yo, siendo tan pequeño, no entendía por qué mi padre se había marchado ni dónde estaba, hasta que mi madre me contó como la amarraron mientras ella veía con sus propios ojos los golpes hacia mi padre y presenció cómo fue arrastrado de su propia casa.

Ella no sabía si estaba vivo o no, pero los años pasaban y nuestra suposición era que estaba muerto. La carta que me entregó un viajero solitario me lo confirmó, pero eso fue hasta que la descfiré.

Pasé años entrenándome, blandiendo la katana, meditando y adquiriendo fuerza. Maté a la mayoría de los mercenarios que estaban esa noche en el rapto de mi padre, pero ninguno abrió la boca, la única pista que me llevó hasta el templo, fue la carta.

Ahora, años después de sufrimiento, sangre, sudor y un dolor intenso tanto interno, como externo, siento que me estoy acercando a la conclusión de esta historia.

Me quito la parte superior de mi túnica, me desato el pelo largo y me curo la herida del hombro con hierbas y agua tibia.

Pongo a calentar agua y mezclo algunas especias, junto con otros ingredientes para crear un estofado.

Mientras espero a que se termine de cocinar, bebo té verde, sentado en la obscuridad de la casa, alumbrado únicamente por el fuego del estofado.

La lluvia ha comenzado al igual que los truenos, una de las más fuertes que recuerde en muchos años.

No sé si los techos de la casa aguantarán semejante tormenta, todo parece viejo y en muy mal estado. La casa probablemente pertenecía a alguien antes de la guerra civil que hubo en esta parte de Japón.

La temperatura del té me comienza a dar vida, me abraza y me da ánimos.

Rezo por unos minutos, hasta que escucho el estofado hervir. Es hora de comer.

Podría haber quedado mejor, pero ya no me quedan muchas provisiones. Cumplirá con su cometido, que es nutrirme.

Termino el estofado, el té y caliento agua para la tina.

El baño hace que me relaje de una manera extraordinaria. Con los ojos cerrados, veo el rostro de todos los mercenarios que asesiné en estos años y al final, el rostro de mis padres, juntos en una tarde de verano que pasamos en el río de la aldea.

Ahora sí, las lagrimas escurren por mi rostro. La sed de venganza me está consumiendo y el demonio crece día con día. Hay momentos que parece que es él quien está en control.

Paso más tiempo del esperado en la tina, salgo, me seco y preparo el saco para dormir en el piso.

De forma extraña, duermo plácidamente, con todo y los sonidos de la tormenta.

Después de un largo sueño, abro los ojos y huelo el olor del pasto mojado. Un olor que me recuerda aún a mi infancia.

Abro la puerta corrediza de la casa y veo cómo el pasto está siendo acariciado por el sol y sigue con algunas gotas de agua.

Tomo de mi bolso los últimos onigiris que me quedan y los devoro con rapidez. Puede ser mi última comida antes de mi muerte.

Afilo mi espada y dejo todo listo para partir.

Pero antes, es momento de meditar. La meditación diaria me ayuda a mantenerme alerta y a ser muy rápido en cualquier combate al igual que a manejar mis sentimientos dentro y fuera.

Paso veinte minutos sentado en el pasto, con el sol pegándome en el rostro placenteramente y concentrándome en mi respiración.

Termino, respiro hondo, tomo mis cosas y empiezo mi recorrido.

El templo se encuentra en la cima del monte Kazo, así es que me espera un día largo.

Sobre estime la distancia hasta la cima, no llevo ni la mitad y estoy agotado. El agua es suficiente hasta el momento, pero empiezo a pensar si debí de haber traído un poco más.

Estoy a punto de tomar un descanso, pero me llega un recuerdo del rostro de mi padre y me hierve la sangre, las energías regresan con violencia y acelero el paso.

Después de algunas horas, logro vislumbrar la parte alta del templo, estoy a pocos metros de mi objetivo.

Siento como una llama se enciende en mi mirada y en mi interior, ha llegado la hora. Lo he estado esperando por años.

El sol está encima de mí, la brisa es placentera y el clima no es muy caluroso.

Veo las escaleras principales al templo, por ahí es el camino.

Hay estatuas deshechas a mí al rededor, el tiempo no ha sido amable con esta estructura.

Como por arte de magia, el cielo se nubla y una pequeña llovizna empieza a caer.

A un paso de iniciar mi ascenso por las escaleras, desenfundo mi katana y me corto la yema de un dedo para saber que hice un buen trabajo con la piedra para afilar. La sangre brota, nunca había estado tan peligrosa y tan preparada como hoy.

Subo las escaleras con mucha precaución, mirando a los lados, en busca del asesino, pero aún no logro ver nada.

Hasta que subo el último escalón y llego a la plataforma, en donde más adelante, se encuentra la entrada al templo.

Ahí está él, sentado en posición de flor de loto, con los ojos cerrados.

Una armadura roja de samurai lo protege. Su katana está delante de sus piernas y una gran melena blanca cae por sus dos hombros.

Algunas arrugas en su rostro reflejan su avanzada edad; sin embargo, su complexión robusta, muestra su gran fuerza a pesar de su edad.

-Dime tu nombre. -Le pregunto.

El hombre no responde, ni siquiera abre los ojos.

-Quiero saberlo antes de que te rebane la garganta.

El hombre abre sus ojos lentamente y se levanta, mientras toma su katana y la desenfunda.

-Mi nombre es Raiku.

Sabía que vendrías algún día por mí, pero no sabía cuando.

Poco a poco me fueron llegando las noticias de la muerte de mis mercenarios.

Al principio no le di importancia, pero conforme fueron aumentando y los relatos estaban llenos de frialdad y sangre, supe que no habría escapatoria.

Pensé que nadie sabría que este era uno de mis refugios, no sé cómo diste con el, supongo que alguna parte de mi plan falló, pero ahora que estás aquí, es inútil retrasar lo inevitable.

Una pelea a muerte, donde solamente uno saldrá vencedor. Diría con vida, pero tú y yo ya estamos muertos, abatidos por nuestro pasado, nuestros demonios son demasiado grandes como para permitirnos seguir siendo humanos.

-Sé que solamente eras un perro del gobierno del emperador, pero quiero escuchar decírtelo. ¿Por qué mataste a mi padre?» -Le pregunto.

-No es tan sencillo niño. Sí, fui un mercenario del emperador, pero el odio a tu padre se remonta de muchos años antes. De jóvenes éramos grandes amigos, pero tuvimos una discusión por el amor de tu madre, ya que los dos estábamos enamorados de ella, pero ella lo eligió a él.

A partir de ese día, mi corazón perdió todo signo de calidez humana, yo la amaba con locura y ella no me correspondió, lo que causó un vacío agigantado en mi alma y en mi espíritu.

Tu padre y yo nos distanciamos solamente, pero en el fondo, siempre le tuve un odio perverso y cuando el emperador me ofreció esa misión, no dudé un segundo en ser yo el que atravesara su corazón con mi katana.

Sin embargo, los años han pasado y aún no sé si lo que hice fue lo correcto. Los remordimientos me impiden dormir y ya no me reconozco. Pero uno debe de blandir como una armadura sus errores y acciones pasadas, no hay más.

-No me interesa saber más y no me creo tu estúpida historia de arrepentimiento. He venido a matarte y mi espíritu descansará cuando el tuyo esté condenado. Blande tu espada, que no quiero verte morir como un animal, quiero sentir tu miedo y desesperación después de tu derrota.-Le digo.

-Cómo tu desees niño, solo que no te será fácil, aunque parezca viejo, mi entrenamiento no ha bajado de intensidad en ninguno de estos años. Podré tener la mente y el espíritu lleno de remordimientos, pero sigo siendo peligroso, como un lobo herido. -Me dice mientras alza su espalda y se coloca en posición de ataque.

Miro fijamente mi katana, mi cara se refleja en ella y veo mi rostro, encendido, ardiendo, enfadado y lleno de ira. Tomo un respiro hondo y calmo los latidos de mi corazón, para no estar demasiado acelerado durante la batalla.

-Pasé cada día desde la desaparición de mi padre entrenando para este momento, quisiera regalarte una muerte rápida, pero el corazón no me lo permite, morirás lenta y dolorosamente.

Raiku alza su espalda y grita mientras se aproxima hacia mí, tratando de embestirme.

Esquivo su primer golpe, pero ruedo y me golpeo contra una estructura resquebrajada. Es bastante rápido para su edad, no será una pelea fácil.

Aprovecho su embestida fallida y me acerco a el rápidamente, pero al momento de alzar la katana para asestar mi golpe, Raiku ya se ha girado y detiene mi golpe con su katana.

El sonido es ensordecedor y los dos salimos despedidos unos cuantos centímetros hacia atrás.

Siento como una gota de sudor recorre mi sien hasta mi cachete derecho. El corazón me empieza a latir con fuerza y empiezo a sentir el miedo a la derrota, pero no es momento de debilidades, necesito concentrarme.

Vuelvo a tratar de golpearlo, pero su katana me bloquea de nuevo. La estrategia no está funcionando y debo de hacer algo si quiero que esto termine rápido. Una batalla larga, aunado al recorrido que he hecho hasta el templo, no sería una buena señal para mí.

Me acerco a el, pero esta vez, cuando el está a punto de bloquear mi golpe, me muevo rápidamente a su costado derecho y asesto un golpe.

La brecha es grande y la sangre empieza a derramar por la armadura. Raiku gime de dolor, pero lo único que he hecho, es enfadarlo más.

Me embiste con un golpe seco en la cara con su puño y con la otra mano, utiliza la katana para golpear, alcanzo a moverme unos centímetros, pero mi pierna derecha es alcanzada y tiene un corte muy grande. Me cuesta mantenerme en pie y el dolor es intenso, así que me quedo de rodillas.

Raiku aprovecha mi estado y se acerca para dar la estocada final, en mi mente se aparece el miedo de nuevo, que me hace pensar que hasta aquí he llegado, pero mi mecanismo de defensa entra y todo el poder mental que he conseguido en estos años a través de la meditación, me protege.

Decido no escuchar al miedo en mi cabeza y hago un esfuerzo enorme por levantar la pierna que no ha sido cortada, quedándome solamente con una rodilla en el suelo y la otra lista para impulsarse.

Con el movimiento más rápido que haya hecho en toda mi vida, bloqueo su golpe y cuando su torso está descubierto, utilizo la pierna izquierda para impulsarme y clavar la katana en su corazón.

Raiku camina hacia atrás, desorientado y con sangre en la boca, yo caigo sobre mi costado, sin poder levantarme por el corte de mi pierna.

Acostado de lado, veo como Raiku cae de rodillas, con mi katana aún clavada en su corazón. Trata de decir algunas palabras, pero solo se escucha la sangre en su boca y se vuelve incomprensible.

Escucho como el último suspiro de vida se escapa de su cuerpo y cae. Sus ojos sin vida, abiertos y fijos en mí.

Jadeo exhausto. Nunca imaginé que sería tan complicado vencerlo. Su fuerza, su rapidez y sus movimientos eran impresionantes.

Pero me preparé para este momento, no aceptaría la derrota.

Me levanto con mucho esfuerzo y grito con todas mis fuerzas como si fuera un canto de victoria. Saco la katana de su torso, corto un pedazo de mi túnica y envuelvo mi pierna con ella, deteniendo el sangrado excesivo.

Me siento en un escalón que se encontraba ante la entrada del templo.

Dejo la katana a un lado y alzo la mirada.

La vista es impresionante, la lluvia ha parado, las nubes se han disipado y el sol se empieza a esconder. Los rayos de luz de un color naranja intenso azotan todo el templo.

Y ahí está él, el asesino de mi padre, apuñalado y golpeado por mí.

Pero algo anda mal.

Pensé que este sería el momento más feliz de mi vida. Lo esperé con tantas ansias, que cree una imagen perfecta en mi cabeza.

Me siento vacío y más triste que antes.

Pensé que la venganza me traería paz, pero ahora que estoy reflexionando ante semejante vista, solo me ha traído más dolor.

Me pregunto si Raiku tendría razón en lo que dijo, si en realidad sigo siendo humano.

Después de todo lo que ha pasado, me es imposible sentir compasión, amor, felicidad o esperanza.

Bajo la mirada y me quedo viendo fijamente como unas gotas de sangre de mi pierna caen en el piso, formando un charco.

Quiero llorar y sacar todo lo que he guardado dentro durante tantos años, pero no ocurre nada, no siento nada.

Y es ahí donde siento como se me va el último pedazo de humanidad que me quedaba. Se esfuma con una ventisca que me embiste por mi costado derecho y parece como si el viento quisiera decirme algo.

Pero ya no lo puedo escuchar.

Saco la carta de mi padre, la leo y cuando termino de leer la última oración, me quedo petrificado ante mi falta de sensaciones.

Mis demonios me han consumido y ahora soy uno de ellos.

Samurái…

-Adrián de la Vega.

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