Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.
Probablemente te estarás preguntando por qué estoy escribiendo esto.
¿Estará deprimido? ¿Querrá morir? ¿Hará algo al respecto?
La respuesta es no, lejos de eso. De hecho, estoy muy feliz y contento con todas las oportunidades que me ha dado la vida, con las personas que me ha permitido conocer, con las relaciones positivas que he tenido con mi familia, amigos y conocidos, con los lugares que me ha permitido visitar, las experiencias que he tenido y con el regalo más grande que ha sido entender que a esta vida venimos a dejar algo a los demás, a sumar un bloque a la vida de nuestros semejantes y a alegrar a la mayoría con nuestra presencia.
La vida hay que dedicarla a los demás, no hay más.
Pero también creo que la vida es demasiado efímera. A veces damos todo por sentado y dejamos a un lado el hecho de que mañana podríamos ya no estar aquí o que la vida nos podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
Me puede pasar a mi y te puede pasar a ti. Es algo trágico, pero a la vez, hermoso.
¿Por qué?
Porque nos da la habilidad de dictar día con día nuestro camino, enfocando cada momento a un sentido y propósito, conociendo la incertidumbre de nuestra existencia y entendiendo que hay que exprimir cada minuto.
Y es por eso que hoy, me dieron ganas de escribir esto. Preparando un poco ese momento.
Siempre he tenido una opinión extraña acerca de los funerales. No me gusta ver a la gente sufrir y por eso, trato de evitar los velorios lo más que pueda, pero también entiendo que es un proceso natural y a cada uno nos sirven cosas diferentes para atravesar el duelo.
Pero yo tengo una idea en mente, un concepto que quiero materializar y que, espero se cumpla si alguien después de mi muerte encuentra este post en los rincones profundos del internet.
Quisiera que las personas cercanas que lo atiendan, traten de recordar un momento feliz que vivieron conmigo, algunas palabras de aliento que les haya dado o algo en lo que les haya ayudado y que haya marcado su vida.
Así, cuando cada uno de ustedes pase a contarlo, probablemente tendrán una lagrima en el rostro, pero no será de tristeza, será de alegría por haberme permitido a mí, convivir con ustedes.
Siempre me pongo muy romántico cuando escribo, ojalá fuera así en las interacciones cara a cara, ya que a veces parezco más frío que una piedra.
Pero bueno, volviendo al punto central, quisiera que el ritual, velorio o ceremonia que me vayan a realizar mis personas cercanas, fuera un acto un poco más feliz y amable de lo que normalmente suelen ser.
Si algo he aprendido en estos últimos meses, es a valorar cada momento que tenemos con esas personas. Por más raro que parezca, hay que tratar de interactuar como si mañana fuese nuestro último día y espero que, cuando llegue mi momento, haya logrado cumplirlo la mayoría de mi tiempo en este mundo.
P.D.: Habrá pizza y cerveza para todos.
Para mi muerte…
-Adrián de la Vega.