Buscando sabiduría

Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.

Maldito avión, se mueve demasiado. Ojalá me hubiera tomado las pastillas que me ofrecieron en el aeropuerto, ahora es muy tarde.

-¿Me podría traer otro whiskey?, por favor. -Le digo a la aeromoza que asiente con un movimiento de la cabeza y una sonrisa. Probablemente esté pensando que soy alcohólico, pero es que no soporto los vuelos aéreos. De hecho, desde que inicié mi transformación, no bebo más que una copa en ocasiones muy especiales.

Pero esta vez, me está haciendo bien el alcohol, para pasar mi miedo.

Saco de mi backpack el mapa, es mejor que lo vaya revisando para distraerme un poco.

Tailandia. Al sur de este país se encuentra Khao Yai, un parque nacional turístico rodeado de selva. Sin embargo, en un área inexplorada de esa selva, es en donde se supone que se encuentra el templo del maestro.

El maestro es un monje budista, el más sabio de todos. Dicen que contiene una cantidad enorme de enseñanzas que está dispuesto a transmitir, si es que lo encuentras. Dichas enseñanzas pueden mejorar tu práctica de meditación, ayudarte en tus relaciones personales y, en general, elevar tu calidad de vida de forma inigualable.

Es solo una leyenda, pero llevo años investigándola y he encontrado pruebas que parecen indicar que hay indicios de ser verdadera.

Primero, conocí en un templo de Vietnam a un grupo de monjes que juraban haber aprendido de él. El maestro los recibió por un mes y estuvieron conviviendo cara a cara.

Después, encontré varias obras literarias que mencionaban a este monje y daban algunas coordenadas aproximadas. Tuve que juntar varios números de las coordenadas, en todos los libros estaban incompletas.

Y por último, hablé con James. Un inglés que decidió convertirse en monje y emprendió un viaje para recorrer los templos más famosos del mundo y terminó en el templo del maestro.

Ahora, después de haberme obsesionado años con la leyenda y en busca de mejorar mi vida y mi camino de crecimiento, tengo una ubicación aproximada y me dirijo a Tailandia para adentrarme en la selva, en búsqueda de la verdad.

Muchos me han advertido acerca de los peligros de adentrarse en una selva inexplorada. Puede llegar a ser un lugar sumamente peligroso, pero me he estado preparando por meses y adquirí el equipo necesario. Estuve entrenando con exploradores reconocidos y leí todo acerca del tema. Creo que más preparado, no podría estar.

Pero lo único que quiero en estos momentos, es bajarme del avión.

Sin embargo, el vuelo se me hace más ligero de lo que pensé y en nada, estamos aterrizando en Tailandia.

Vuelvo a una de las tierras de las que me enamoré cuando era joven. Vine en solitario buscando respuestas y crecimiento personal y obtuve mucho más de lo que esperaba.

Saliendo del aeropuerto, el primer golpe a mis sentidos lo tiene el olor a comida callejera y el ruido de los tuk tuks.

Sonrío como un niño al recordar todo lo que ya viví en esta tierra.

Pero este viaje es diferente, no se trata de descansar o conocer lugares, es una búsqueda de lo desconocido, una misión que puede llegar a ser suicida.

Ahí está esperándome Khalan, afuera de su camioneta. El es un guía que se dedica a realizar tours extremos y que accedió a llevarme a un poblado cerca de las coordenadas.

-¡Hey! ¿Que tal el viaje?

-Un poco pesado, pero ya estoy aquí. Gracias por venir hasta el aeropuerto.

-Ni que lo digas. Me emociona mucho esta expedición. Sé que vienes cansado así es que decidí que lo mejor sería ir directamente al hotel.

-Decidiste bien Khalan.

Llegando al hotel, aviento mis maletas y me quedó dormido por doce horas seguidas, sin interrupciones de nadie. Paso los siguientes dos días repasando la ruta con Khalan. El me llevará en un vehículo especializado hasta lo más profundo de la selva, pero cuando el camino se vuelve imposible para cualquier vehículo, es ahí donde empezaré el viaje en solitario.

El día de partida empieza de forma muy amable, recorremos parte de la selva sin ningún problema y con vistas increíbles, hasta que llegamos al final del camino marcado y Khalan me dice:

-Hasta aquí llego viajero, te deseo la mejor de la suertes y esperemos que ese aparato que traes, tenga señal en lo profundo de la selva. Búscame si estás en apuros.

-Gracias Khalan, espero volver pronto. Cómo te dije antes, si no vuelvo, no manden a nadie en mi búsqueda y pídele a mi abogado que inicie todos los trámites pertinentes. Toma, quiero dejarte mi collar como agradecimiento a parte de la paga que acordamos.

El lo recibe con una sonrisa en el rostro, pero también con un rostro de preocupación.

-Gracias viajero. No mueras, te estaremos esperando.

Le sonrío y doy media vuelta, empezando el camino hacia lo profundo de la selva.

Los primeros dos días son bastante ligeros, a diferencia de lo que pensé, pero en el tercero, las cosas se empiezan a poner muy complicadas.

El calor es terrible, los bichos me atacan por todas partes y el cansancio se hace muy presente.

Aún faltan muchos kilómetros para las coordenadas aproximadas que reconstruí, pero estoy empezando a dudar si voy a poder llegar.

Nunca me había sentido tan cansado en mi vida. La meditación diaria se me está haciendo cada vez más difícil y no me está trayendo la paz interna necesaria.

Trato de escuchar mi música de relajación y meditación, pero su efecto no es el esperado.

El viaje se está convirtiendo en una prueba física y mental de extremada exigencia. Nunca esperé que llegaría a desesperarme tanto.

A trancas y barrancas, logró terminar el tercer día. Agotado y terminando de preparar el campamento, me tumbo en la tienda de campaña y me preparó un té. Lo tengo contado y lo reservé para ocasiones especiales.

Los sonidos de la selva se vuelven extremadamente fuertes en mi cabeza, al punto de que llegan a volverme loco, pero respiro profundo y disfruto de las estrellas, que tanto me gustan.

Pienso en mi familia, mis amigos y mis conocidos.

Ya no sé si este viaje es por mí o por ellos. Al final, al buscar la sabiduría del maestro, estaré mejorando mi vida e indirectamente, la vida de los que me rodean.

Recuerdo sus rostros y sonrío. Sus recuerdos me dan fuerza para el siguiente día y duermo plácidamente. Mañana llegaré al lugar exacto de las coordenadas y sabré si la leyenda era cierta o no.

Despierto, preparo mi ropa y me hago de desayunar. Mi voluntad es fuerte y hoy descubriré la verdad.

Unas horas después, me empiezo a acercar al lugar de las coordenadas. Un miedo me recorre la espalda completa. La leyenda hablaba de un solitario templo de gran altura en este lugar, pero no veo nada.

Mientras más me acerco, más ansioso me pongo. No logro ver nada y mi cabeza me empieza a atacar con pensamientos negativos.

He llegado y no hay nada, solo más selva, más vegetación y más soledad.

Un ataque de rabia, de enojo y de desesperación empieza a fraguarse, pero me siento e intento meditar con todas mis fuerzas y toda mi concentración, hasta que me calmo.

Con los ojos cerrados, logro ver cómo la selva se empieza a iluminar. No entiendo qué está pasando, puedo ver la selva tal cual cómo si los tuviera abiertos. Veo cómo unas pisadas se iluminan y marcan un nuevo camino.

Abro los ojos y la selva sigue igual, pero las pisadas no se han ido. Me los froto para saber si estoy alucinando. He escuchado y leído varios relatos de exploradores que vieron espejismos, producto de la soledad y el cansancio, pero las huellas están ahí y se siguen iluminando.

Dejo atrás mi mochila y empiezo a seguirlas, estupefacto a lo que estoy viendo.

No sé cuantos metros he recorrido, pero no puedo quitarle la vista a esas pisadas, parece algo mágico, algo salido de una película. No entiendo ni el por qué de estarlas siguiendo, pero algo me llama hacia ellas.

De repente, las pisadas se esfuman. Giro y giro para buscarlas en el piso, pero han desaparecido. Alzo la vista y me quedo petrificado ante lo que estoy viendo.

El templo está a unos metros, ante mi.

Una estructura de piedra, tallada de forma perfecta se alza ante mis ojos.

Unas orbes iluminadas adornan el lugar. La entrada es una puerta de gran altura que se encuentra abierta de par en par.

Me acerco con cautela, aún dudando si estoy ante un espejismo, pero la piedra se siente real. En la entrada, veo un par de zapatos al lado de la puerta, me quito los míos y sigo caminando. El tacto del piso es demasiado real, esto debe de ser real.

Conforme me voy acercando, veo en una plataforma elevada, una silueta. Es un hombre, en posición de flor de loto, pero algo es diferente en él.

Está levitando.

-Hola. -Le pregunto, vacilando.

-Bienvenido, te he estado esperando viajero. -Me contesta con una voz fuerte, pero amable.

Después de una larga pausa en la que estoy pasmado y no sé que decir, me pregunta:

-¿A quién estás buscando?

-A ti. -Le contesto.

-¿Y quién crees que soy yo?

-El maestro, uno de los monjes más sabios de todo el mundo.

Con una sonrisa en el rostro y con los ojos aún cerrados, me dice:

-Pero yo soy tu y tú eres yo. No necesitas saber más.

Buscando sabiduría…

-Adrián de la Vega.

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