Justicia expedita

Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.

«Los socios de Ruby y Gracy se separan después de veinticinco años de operación. La empresa creció y dominó el mercado de transportes en todo el país. El señor Ruby nos cuenta qué es por diferencias en criterios empresariales».

Leo el titular del periódico mientras Charles me lleva a la cita. Me sigo preguntando si lo que estoy haciendo es correcto, nunca me he caracterizado por ser un abogado de esa calaña. Los hay a cántaros, claro, pero yo siempre trabajé de forma limpia.

Pero se me viene a la mente las cosas que me contó el señor Gracy hace unos días y no logro esquivar ese sentimiento de rabia, siento cómo mi cabeza empieza a arder.

Conozco a algunos delincuentes del departamento de justicia, ya me habían ofrecido sus servicios, pero nunca los había necesitado, hasta hoy.

Si la gente supiera que los trabajadores del departamento pueden llegar a ser peores que los criminales detrás de las rejas, ardería la ciudad.

La lluvia es densa y a cántaros. El tráfico es demasiado pesado, los viernes es cuando más llenas están las calles de esta parte de la ciudad.

-Hemos llegado señor. -Me dice Charles, volteando la cabeza al asiento de atrás.

-Gracias Charles, dile a los muchachos que me esperen unas cuadras atrás, no quiero que vean el coche en el que vienen. En cuanto te llegue la alerta al teléfono, hazles la señal.

-Correcto señor, ¿quiere un paraguas?

-No, déjalo así, son pocos metros hasta la puerta de la casa.

Abro la puerta, bajo del coche y me acerco al portón. El guardia sale de la caseta y se acerca con una lámpara.

-Vengo a cita con el señor Ruby, soy James Montgomery.

-Claro, el señor me dijo que vendría. Adelante, llegando a la puerta de la casa, le abrirán.

-Gracias.

La puerta se abre y camino lentamente hacia la casa. Mi traje preferido se está mojando y en otras circunstancias, estaría volviéndome loco por eso, pero hoy me siento diferente.

El traje es de un color azul marino muy obscuro, llevo un chaleco y una corbata muy elegante. Cargo mi portafolio a todos lados.

Subiendo las escaleras pequeñas que dan a la puerta de la casa, la puerta se abre.

-Señor Montgomery, ya lo están esperando en la terraza. -Me dice una empleada de la casa.

-Gracias.

Me dirijo al fondo, donde se encuentra la terraza, cruzo la puerta y veo al señor Ruby, sentado en la terraza, leyendo el periódico. En cuanto se da cuenta de mi presencia se levanta y sonríe.

-¡James! Qué agradable sorpresa. La verdad no te esperaba, pero debe de ser algo muy importante cómo para que me hayas pedido que nos viéramos en viernes. Pensé que odiabas trabajar los viernes en la noche.

Me voy acercando a la mesa mientras le contesto:

-Si, pero hay días que no se puede evitar.

El señor Ruby o Raymond, como le llamamos los conocidos, me da un abrazo y me hace un gesto para que me siente. Me siento y él me sigue.

-Listo James, ¿te ofezco algo?

-Si, un whiskey, por favor.

Raymond hace una señal a la empleada y le pide dos whiskeys.

-En seguida señor.

-Ahora si, dime que te trae por aquí James. -Me dice Raymond.

Siento como la furia me vuelve a atacar pero respiro hondo para calmarme y poder hablar elocuentemente.

-Sé que están muy ocupados llevando a cabo toda la separación de la empresa, debe de ser un proceso… cansado.

-¡Ni que lo digas! Llevamos ya varias semanas tratando de afinar las últimas cosas, pero no hemos llegado a un acuerdo. Pero son cosas menores, Arnold Gracy y yo somos como hermanos, lo resolveremos. Mientras tanto, nuestra relación sigue intacta.

La empleada de la casa se acerca a la mesa y deja los whiskeys.

-Gracias. -Dice Raymond mientras me acerca mi copa.

La tomo y bebo el primer sorbo. El calor y el ligero ardor del alcohol me devuelven la vida. Prendo un cigarrillo y acerco el cenicero que está en la esquina de la mesa.

-Mira Ray, me he enterado de algunas cosas que has hecho durante el tiempo que dejamos de trabajar para ti. Algunas cosas… incorrectas, si es que así lo podemos catalogar. Fueron los últimos meses antes del invierno pasado, cuando solicitaste que mi firma dejara de trabajarte todos los asuntos legales, mientras se recuperaban económicamente de unas perdidas. Cosa que me hizo tomar partido en esta pelea.

Lo único que vengo a pedirte, es que llegues a un acuerdo equitativo, justo para ambas partes, en relación con la distribución de todos los bienes de la compañía.

Raymond hace un gesto de asombro, de los más falsos que he visto.

-¿Cosas incorrectas? ¿De qué me estás hablando James? Me conoces desde hace muchos años y sabes que no soy así.

-Pensé lo mismo, pero después entendí que me había equivocado. -Le contestó.

Raymond arquea las cejas, ahora en un gesto de malestar.

-Según tú, ¿qué cosas incorrectas hice?

-Desplazamiento de bienes, cambios en la participación de la empresa a través de engaños y la firma de documentos perjudiciales para Arnold. En fin, no entraré en detalles, toda la evidencia la encontrarás en este portafolio.

Dejo el portafolio en la mesa, casi aventándolo.

-¡Vaya! Se enteraron muy rápido de todas esas cosas que realizamos con el otro despacho de abogados. Nunca pensé que lo encontrarían tan rápido.

-Soy eficiente. Es mi mejor cualidad. -Le digo.

-James, tienes que entender que Arnold se ha quedado en el pasado, no tiene la misma ambición que esta compañía necesita, es por eso que decidimos alejarnos de él. Y había que realizar algunos cambios para protegernos, proteger el futuro de nuestros empleados.

-Haciendo eso, vas a dejar en la calle a Arnold. -Contesto.

Raymond se queda callado, viéndome con malestar a los ojos.

-Lo siento, pero no haré ningún cambio a la oferta presentada de división. Hagan lo que quieran y lo que puedan, los documentos legales que sirven como base, están ahí y si nos vamos a juicio, estoy seguro que lo perderán.

Muevo la cabeza, en señal de negación, con una sonrisa en la cara. Meto la mano a mi pantalón y aprieto el teléfono, en un movimiento natural, para que no sospeche de lo que acabo de hacer.

Le doy una fumada a mi cigarrillo y expulso el humo en su cara y en toda la mesa, de forma amenazante.

-Estás cometiendo un grave error Raymond. Pero bueno, sé que no cambiarás de parecer, así que te diré lo que vine a decirte, sabiendo desde antes, todas las palabras que saldrían de tu boca en esta reunión.

Doy un trago al whiskey y continúo.

Quiero que llegues a un acuerdo donde se dividan mitad y mitad todo lo que les corresponde a cada uno de los socios, tal y como iniciaron la empresa desde un inicio. Quiero que el acuerdo sea justo para ambos y que le des a Arnold todo lo que le corresponde por aguantarte todos estos años.

Tú me conoces, sabes lo dedicado que soy y lo intenso que puedo llegar a ser en las cosas que me importan, en mi trabajo.

Y quiero que sepas que, si el acuerdo no se hace por las buenas, se hará por las malas.

Sabes que tipo de personas son las que conozco y no quiero que te pases de listo conmigo, porque en cuanto lo hagas, utilizaré a esas personas para destruirte.

Juro que si decides no cooperar con nosotros, con una sonrisa en el rostro y con maldad, te perseguiré hasta hundirte. Y sé todo lo que has hecho para prevenirte de perder este caso, pero hay muchas maneras de que todo eso, se vaya a la basura y toda tu coartada se caiga a pedazos.

Es tu decisión Raymond.

Fumo una vez más el cigarrillo, alzo la cabeza al cielo y expulso el humo.

Raymond, fuera de si, se levanta y da un puñetazo en la mesa.

-No sabes con quien te estás metiendo James. Las cosas se harán como yo digo y tú serás unas de las personas que voy a joder.

Los golpeadores entran por la puerta y se van colocando al rededor de la mesa de la terraza, la cara de Raymond pasa a ser de espanto.

Yo sigo sentado en la mesa, viendo la vista y cómo cae la lluvia de forma majestuosa.

-Átale las manos y ponlo en la mesa. -Le digo al jefe de los golpeadores.

-No, no, ¿qué estás haciendo? me estás rompiendo las muñecas. -Dice Raymond quejándose.

El golpeador lo avienta a la mesa.

Me levanto de la silla, le doy la última fumada al cigarrillo y lo aviento a una de las plantas de la terraza.

Mientras lo sostienen los golpeadores, lo agarro del rostro y le digo:

-Última oportunidad Raymond. Sabes que no me gusta trabajar los viernes y estoy harto de estar aquí, quiero estar alcoholizándole en mi casa, con mi perro. Me estoy poniendo de malas y eso no es bueno para mí.

-Vete al carajo, no voy a ceder en nada. -Contesta.

Me llevo la mano a la cara y me froto los ojos.

-Dame el martillo de carne. -Le digo a uno de los golpeadores que está en la parte de atrás de la mesa. El abre un maletín y me lo avienta.

-Extiendan su brazo. -Les digo a los que lo están sosteniendo.

-No, no, espera, ¿qué estás haciendo? todo el mundo se enterará de esto y te quedarás en la ruina.

-Cállate. -Le digo de forma calmada mientras destrozo los huesos de su mano con el martillo de carne.

El grito en la terraza es desgarrador. Pero nadie vendrá porque todos sus trabajadores de la casa están amarrados.

Raymond llorando, pide clemencia.

Me acomodo el saco, que se ha movido después del movimiento del golpe.

-¿Serás justo con Arnold?

Raymond gime de dolor, pero vuelve a cambiar su gesto y molesto me dice:

-Que te jodan James.

Estoy cansado de esto, pensé que con el martillo sería suficiente, pero creo que tardará más en entrar en razón, así es que decido pasar a la siguiente parte del plan.

-Rómpanle las piernas con el bat, tomen algunas fotos de él y me las entregan la siguiente semana. Me voy de aquí.

-Con gusto jefe. -Me dice el jefe de los golpeadores, mientras se ríe y tiene el gesto de una persona que va a disfrutar cada minuto de esta noche.

Me dirijo a la puerta, de espaldas a la escena.

-No, no, ¡por favor! -Escucho gritar a Raymond, hasta que es opacado por el sonido seco del bat golpeando en sus extremidades, seguido de más gritos agudos de dolor. No me detengo, no volteo y sigo mi camino hacia la salida de la casa.

Cruzo la puerta, después el portón y subo al coche.

Me quedo unos segundos en silencio, viendo las gotas de la lluvia en la ventana del coche. Veo que mi camisa está manchada y con mi saliva, trato de limpiarla, pero es inútil, estoy manchado de sangre.

-Está hecho Arnold. La siguiente semana firmarás el acuerdo cómo tú lo quieras. -Digo a través del teléfono y cuelgo.

Respiro hondo y suspiro.

-Vámonos Charles. A mi casa, por favor.

-Con gusto señor Montgomery.

Justicia Expedita.

-Adrián de la Vega.

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