Silencio, ¡ven a mí!

Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.

Silencio, palabra que tiene un efecto relajante para mí.

Persigo silencio todos mis días, en todo momento y en cualquier situación.

Cuando estoy en silencio y mi alrededor también lo está, es donde más cómodo me siento, donde tengo mis revelaciones más grandes, donde me puedo concentrar más y llegar a respuestas complicadas.

Entro en un estado de levitación, de concentración y de conexión total.

Pero los silencios no son constantes. La gente habla, las máquinas hacen ruido, los aparatos suenan y el piso cruje.

Ryan Holiday, autor best seller, dedicó un libro completo al silencio. Dime tú si no es importante en nuestra vida.

Ese momento en la madrugada o a altas horas de la noche donde todo se encuentra en un silencio absoluto, cuando te encuentras debajo del agua en una alberca, cuando estás manejando un automóvil en una carretera sin música o estando arriba de una motocicleta. Todos estos momentos son los que nos hacen conectarnos al presente, pensar en lo realmente importante y cuestionarnos aquello que es necesario.

Por eso, cuando me encuentro delante de momentos en completo silencio, los atesoro como agua en un desierto.

Pienso que es momento de hacernos las siguientes preguntas: ¿Por qué no pasamos más tiempo con nosotros mismos, en solitario, en silencio?

Si vivimos constantemente con ruido a nuestro alrededor, con distracciones provenientes de un aparato esclavizador (celular) y con al mente ocupada por nimiedades, es muy complicado que lleguemos a conocernos a nosotros mismos, conocer que es lo que nos gusta, que es lo que nos gustaría realizar y lo que realmente nos apasiona.

Blaise Pascal decía:

«Todos los problemas de la humanidad se derivan de la incapacidad del hombre para sentarse en silencio en una habitación solo».

Por eso, pienso que deberíamos alejarnos del mundo exterior y entrar al interior. Aunque sean algunos minutos al día. Hacerlo una práctica constante en donde tratemos de no pensar en nada, más que en disfrutar el silencio y la tranquilidad.

Mejoraríamos personalmente y por consiguiente, mejoraríamos como sociedad.

Silencio ¡ven a mí!

-Adrián de la Vega

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