Perder al amor de tu vida

Después de cientos de conversaciones vacías en aplicaciones de citas, en redes sociales y con desconocidos en bares, llega una persona que hace cuestionarte toda tu existencia.

De pronto, con ella hay una conversación interesante y profunda, una gran atracción física, silencios reconfortantes que no son incómodos, y parece que tu existencia ha dado un vuelco. Te preguntas si esto es real. Si por fin la vida te concedió el honor de conocer a tu «alma gemela».

Los meses pasan y la conexión crece. Empiezan a conversar acerca de todo aquello que solemos guardarnos para nosotros mismos: cosas que no son tan agradables o que simplemente representan nuestros sueños y metas. No queremos que todos tengan acceso a ellos, excepto esa persona que tienes en frente y a quien le estás dando tu corazón en una bandeja de plata.

Comienza la etapa del acercamiento físico, y tú sientes cómo vuelas cada vez que abrazas o tomas de la mano a esa persona. Sus besos son la salvación que tu espíritu necesitaba desde hace años, cuando iniciaste tu camino en solitario.

Pero de repente, todo se rompe. Un desacuerdo, falta de compromiso, valores diferentes, metas que no se alinean o simplemente, la atracción se fue apagando. En cada caso hay una razón diferente, pero en todas hay un patrón común: la vida sucedió.

Y te sientes como un idiota al haber estado soñando despierto todo este tiempo con una vida a futuro con esa persona. Te encuentras herido por haberla dejado entrar a lo más recóndito de tu corazón y mente. El hueco que sientes en el pecho es enorme, como un socavón que nunca arreglan en alguna de las calles de tu ciudad.

Una vez que has transitado el duelo, te preguntas si volverás a conocer a alguien igual. Si podrás tener una conexión espiritual tan fuerte con alguien más.

Tratas de salir de nuevo con otros para despejarte, rehacer tu vida y volver a conectar, pero todo se siente tan… blando y sin sabor, como un pedazo de pan que lleva una semana entera en la mesa de la cocina.

Y no queda más que confiar. Pensar que, si las cosas no se dieron, fue por una razón mayor, algo que no hubiera permitido en el futuro que el vínculo fuera benéfico para ambos.

Los primeros meses son difíciles y tus conversaciones son secas y con secretismo, mientras intentas proteger tu corazón. Pero poco a poco comienzas a dejar el pasado atrás, a abrirte y a disfrutar de nuevo de tu mundo.

Pero sabes que algo dentro de ti se rompió y que esa persona dejará una cicatriz que sentirás cada vez que pones la mano en tu corazón.

-Adrián de la Vega.

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