Querida aventurera: Hubiera preferido no tener que escribir estas palabras, pero las cosas están cambiando tan rápido, que necesito sacar esto de mi pecho antes de que sea muy tarde.
Escribo esto porque nuestro momento ha llegado. He decidido que tendrás un nuevo dueño.
Mis primeros pensamientos acerca de esto que está pasando me hacen sentir triste, pero, por otro lado sé que es la mejor opción (tanto para mí como para ti).
Por falta de tiempo, falta de ganas y ciertos estados mentales poco favorables, te tenía abandonada en el garage, cuando tu hábitat natural era estar en el camino, devorando kilómetros.
No te merecías eso y lo reconozco.
Pero en este momento de mi vida, lo que estoy buscando es simpleza, así como poder detener un poco el tiempo, que parece que me agarra y me arrastra de forma precipitada.
Lo anterior, me llevó a decidir comprar una motocicleta más pequeña, sencilla y ágil. Una motocicleta que me permita disfrutar de esa simpleza de la vida. Un tipo de vida que busco y persigo con ímpetu día con día.
Pero lo que más me duele, es que, en muchas noches en las cuales mi espíritu aventurero me pedía salir al mundo y perderme, te susurré al oído y te prometí que te llevaría a recorrer todo México y, posteriormente, Sudamérica.
Te pedí que nos imaginaras a ambos en esos bellos pastizales, sonriendo y disfrutando juntos. Te dije que me esperaras un poco y que lo haríamos. Pero esa promesa se ha quedado en simples palabras que se las llevó el viento.
Y me duele porque no soy ese tipo de hombre. Me gusta la congruencia y, todo lo que digo, normalmente lo soporto con mis acciones.
Creo que éramos el uno para el otro, pero también creo que nos encontramos en el momento equivocado. Quisiera poder decirte que solo es un hasta luego, pero no lo puedo prometer.
Lo único que puedo hacer es, pedirle a la vida que, en caso de que tu próximo dueño no te lleve a los lugares que te prometí, por lo menos te haga disfrutar como lo mereces. Sé que también tú lo harás muy feliz.
Depositaré energía positiva en ti (como siempre lo he hecho), esperando que caigas en unas manos que te respeten, quieran y cuiden tanto como yo lo hice.
Querida mía, gracias por todo. Cuando conducimos juntos por las carreteras de este bello país, me hiciste sentir invencible, libre y, lo más importante, me sacaste de estados mentales negativos; que pudieron haberme llevado a lugares complicados, pero ahí estuviste tú. Siempre tú.
Gracias por enseñarme cómo es conducir una bestia, un milagro de la ingeniería moderna. Fue un privilegio rodar contigo y fue un regalo de la vida.
Adiós…
-Adrián de la Vega.
P.D. Ésta será siempre nuestra canción. Mi imaginación volaba cada vez que la escuchaba y nos imaginaba recorriendo el mundo, felices y sin preocupaciones: