Nota del autor: Estas publicaciones se presentan tal cual fueron escritas, sin ediciones, para preservar la autenticidad de los pensamientos del autor. Agradezco su comprensión ante cualquier error ortográfico o gramatical.
Hoy, después de que te recuperaste una vez más de algunas afecciones, me entero que tienes 75 años.
Escuchar eso viniendo de la veterinaria fue como una daga clavada en mi corazón.
El tiempo pasa y cada día que se va, sé que el reloj de arena sigue su curso sin piedad.
Siempre lo he dicho y lo seguiré repitiendo:
«No hay ni habrá una perra como Mika»
Porque tú no eres un perro, eres un humano reencarnado en un perro.
¿Por qué digo lo anterior?
Porque nunca ladras, le das la pata a todos los que te acarician (incluso si fuera un roba casas), solo pides comida y serías feliz si alguien estuviera apapachándote cinco horas seguidas.
Creo que has tenido dos travesuras en toda tu vida y si son más, probablemente no necesitaría más que una mano para contarlas.
Aunque me duele el corazón cada año que pasa y cada vez que te veo un poco más avanzada en tu edad, sé que también has sido una perra extremadamente cuidada y amada.
El termino «princesa» se te fue asignado por el trato que recibes a diario en esta familia.
Así es que, en lugar de sentirme arrepentido, me siento feliz por tu presencia y doy gracias por haber tenido una bendición tan grande en mi vida.
Probablemente me esté adelantando mucho con estos pensamientos, pero hoy que tuviste una cita con el veterinario, me dieron muchas ganas de escribir esto. Así es que lo dejaré como siempre, en el tintero de mis pensamientos y en el repertorio de mis obras.
Querida Mika…
-Adrián de la Vega.